lunes, 30 de enero de 2012

Historia Bmth 2

Mientras andábamos por el paseo de la playa, mi amigo Rubén y yo, decidimos ir a por unas chicas que estaban en frente del muelle, la verdad es que mi amigo era muy bueno en esos lares, que quizás era su pelo rizado oscuro que le daba aspecto de italiano, su forma de sonreír o simplemente su forma de hablar de tratarlas; al acercarnos preguntamos si eran españolas, ellas nos dijeron que sí, que eran las del bus de noches pasadas; recuerdo que les dije que no me acordaba, ellas insistieron, quizás ese fue el enlace que nos llevó a iniciar una conversación decente con ellas. La mente se me abrió cuando una de ellas dijo lo del Mercadona, ahí me acordé de esa chica, era mona, no era de mi estilo, muy bajita quizás, muy poca vista, o esa fue mi impresión, recordé también a dos de sus acompañantes, pero curiosamente, no me acordé de la chica en la que más me estaba fijando en aquellos momentos, no podía situarla en aquel bus repleto de españoles y cánticos. La conversación comenzó a fraguar, llegaron más amigos nuestros y más amigas suyas; y con ello, la conversación se dividió en dos, por una parte, Ignacio, Rubén y yo con una canaria, una de Ávila y ella, también de Ávila, que seguía sin poder situarla en aquel bus de días pasados, y por otra parte, el resto de nuestros acompañantes con unas chicas que acababan de llegar. Nos presentamos, ellas eran una Yara, y las otras dos Irene; continuamos hablando, empezamos con pequeñas risas, primero Rubén me lanzó hacia ellas de un empujón y conseguí recortar distancias físicas colocándome a su lado, luego empezaron que si la de Gran Canaria decía ‘’guagua’’ en lugar de autobús, nosotros que si Rubén era italiano y se llamaba Marco, truco que por cierto, utilizábamos muy a menudo, y luego la mayor broma de todas fue que Ignacio era guey, y que aquel era su día en Inglaterra, cosa que nos dijeron ellas porque nosotros desconocíamos.

La conversación acabó en un ‘’vamos al centro a ver si encontramos la cabalgata’’; andando hacia allí pasamos por los jardines donde se encuentra el globo o Balloon que además de hacer de mirador si pagabas la entrada y te subían a dar una vuelta, servía como principal indicador en los jardines y en el pueblo, en general; en esos momentos, los jardines estaban llenos de estudiantes que disfrutaban de una agradable tarde soleada, una de las pocas que da Inglaterra. De camino a la plaza pasamos por ahí, yo me quedé más rezagado con ella, Ignacio y dos amigas suyas; nos empezamos a dar el número de teléfono, yo iba a su lado e Ignacio al mío, él también apuntó su móvil, aunque no me di cuenta. Yo seguía hablando con ella, hasta que me preguntó: ‘’ ¿te interesa alguna de mi grupo?’’ señalando hacia unas chicas que teníamos delante, yo le dije que no, que eran monas pero que no; mientras que Yara, la canaria, señaló en forma de pregunta a Irene, (la chica que iba a mi lado, no la otra que sí que situaba en el bus), yo hice un gesto que interpretó como lo que yo quería que interpretara, un sí, pero sin que ella, hablo de Irene, se diera cuenta; hasta que Yara soltó un: ‘’piensa quién le puede interesar…’’, ambos sonreímos mientras Yara cogía del brazo a su otra amiga y decía ‘’no os molestamos’’, a los que nosotros respondimos que entendíamos castellano y que entendíamos las indirectas.

Llegamos a la plaza, nuestros caminos parecían que se iban a separar, mis amigos querían ir al Tesco, un supermercado, a ver si quedaban unos Donuts buenísimos que se compraban en ese establecimiento, mientras que sus amigas iban a ir al McDonald’s a tomar un helado o unas patatas fritas; no quería separarme de ella, ahora no, mis amigos se fueron olvidándose de mí, bueno, sé que lo hicieron a propósito, pero casi sin avisar; y allí quedé con ella y sus amigas, nos miraron, y nos dijeron ‘’quedaos aquí, luego ya quedamos para volvernos’’; ella asintió.

Sus amigas se fueron, bueno, se quedaron en una esquina espiando hasta que ella les dijo que se fueran, mis amigos estarían en el Tesco, o quizás estaban espiando, pero fueron más disimulados. Nos acercamos a los bancos de piedra que rodean la plaza; no nos llegamos a sentar, le pregunté algo, no recuerdo el qué para romper el hielo, y luego ya fui más directo y pregunté si tenía novio; respondió que no con una sonrisa, tenía una boca preciosa, una dentadura blanca como la nieve, quizás a juego con su piel bastante blanca salpicada por unas cuantas pecas y por sus dos mofletes algo rosados; entonces fue cuando me preguntó lo mismo, y casi sin responder, la cogí de las manos, y la besé; fue un beso corto, estábamos en mitad de la plaza, y tampoco queríamos llamar mucho la atención; recuerdo que por mi lado pasó primero un amigo de Valencia que se llama Juan y me dio un toquecito en la espalda con el ánimo de saludar pero no de molestar; y luego pasó otra chica que habíamos conocido allí que era de Algemesí, que no me dijo nada pero que me miró y sonrió. Comenzamos a hablar, no recuerdo de qué exactamente, quizás no fuera nada importante, solo sé que la conversación salía sin ser forzada, y luego nos volvimos a besar mientras mis manos y las suyas se entrelazaban alrededor de su cintura. Me dijo de ir a los jardines que estaríamos más tranquilos y más cómodos; pareció leerme el pensamiento, así que le volví a coger de la cintura y la llevé a aquellos jardines que recorrían el centro de Bournemouth; no habían muchas flores en dicho jardín, césped más que nada, gente jugando en él, algún árbol, y casitas donde comprar un helado o una bebida.

Ya estaba oscureciendo cuando pasamos por debajo del globo blanco que vigilaba aquellos jardines, y llegamos a un trozo de césped donde no había tanta gente como en los otros, al lado pasaba un río donde días antes habíamos visto a un francés bajar a por nuestra pelota, ya que dicho río, no tendría más de un palmo de altura, eso sí, el agua estaba helada.

En aquel trozo de césped volvieron los besos, esta vez con más cariño, de vez en cuando ella dejaba un beso a mitad mientras soltaba una sonrisa pícara como intentando evitar mi boca, me volvía loco aquella chica; me encantaban sus labios finos, no podía parar de tocar aquella melena oscura ondulada que bajaba más allá de sus hombros, no podía evitar sonreír con cada sonrisa pícara que me soltaba, y menos aún podía evitar inundarme dentro de aquellos ojos verdes que brillaban en su cara como ya dije blanca y resaltada con pecas y mofletes rosados. No paraba de mirarle fijamente, ella reía, seguimos hablando, le corregía su laísmo, me hacía gracia esa forma de hablar, le daba un toque peculiar, le preguntaba por cosas de Ávila, ella se reía de mi pelo, decía que era tintado, yo le insistía en que no, que para nada, que lo era desde bien pequeño, y viendo que me picaba con esos comentarios, me cerraba la boca con besos que solo ella sabía dar.

La noche ya había caído, serían casi las 10 de la noche, y con la llegada de la noche, la temperatura fue descendiendo, y yo empecé a tener frío, frío que no pude disimular porque empecé a tiritar, la camisa que llevaba en ese momento no parecía abrigar lo suficiente; ella reía de nuevo, ‘’como se nota que no eres de Ávila’’ ; a mí me hacían gracia sus comentarios, se notaba que estaba acostumbrada al frío, bueno eso, y que llevaba una chaqueta, ella decía que sin chaqueta tampoco tendría frío, que si hacía falta me la dejaba; yo, muy caballero por mi parte, le dije que la situación tendría que ser al revés, el que dejara la chaqueta tendría que ser yo a ella, y no ella a mí, ella afirmó y volvió a reír mientras decía: ‘’es lo que pasa con los rubios tintados’’, otra vez me cambió la cara, y otra vez me calló con un beso, mientras yo seguía tiritando, volvió a ofrecerme la chaqueta de nuevo, le dije que no, que con que me abrazase era suficiente; ella lo hizo sin dudarlo un instante.

Así pasarían 15 minutos entre besos, diálogos, bromas y abrazos, hasta que vi pasar a mis amigos; bueno, no los vi, los oí, ellos dijeron que me podía quedar; pero miré el reloj y me di cuenta que me tenía que ir y ella también. Volvimos con ellos hacia la plaza, los dos cogidos, al margen de cualquier conversación de mis compañeros de viaje; mientras me decía que tenía un 8.4 de media en ciencias; yo le dije que las letras eran mejor, más bonitas, y con más utilidad; ella se burló de mi dato, mientras yo seguía dando mis argumentos con una sonrisa.

Llegamos a la plaza, y vio a sus amigas, me dijo adiós, pero ni un beso ni nada, me quedé mudo, pero bueno, quizás la chica era vergonzosa y delante de sus amigas no quería que nos besáramos; así que no di más importancia al asunto y seguí pensando en la maravillosa tarde que acababa de pasar. Paco, un amigo, me dijo que le había quitado la chica a Ignacio, y de ahí empezó una canción diciendo que yo le había levantado a la chica, aunque él ni mucho menos estaba cabreado, era todo una pequeña coña.

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