viernes, 15 de agosto de 2014

¿Quién habló de victorias?

Llegó corriendo y casi sin aliento al local que se había convertido en una especie de bar para los habitantes de ese pequeño pueblo. La mayoría de las mujeres que habían perdido a alguno de ‘sus muchachos’ se reunía en aquel lugar sobre las 7 de la tarde, cuando el sol ya no castigaba tanto y habían acabado su jornada laboral. Tomó asiento junto a las demás y comenzó a hablar:

-Han condenado a mi hijo a dos años de cárcel-dijo gimoteando intentando aguantar las lágrimas

-¿De qué le han acusado?

-Le pillaron tirando piedras en una manifestación en una aldea cercana, pero le han condenado por tener relación con la fabricación de los cohetes que encontraron hace dos semanas en un almacén a las afueras del pueblo

-¿Qué tipo de relación?

-No lo sé, supongo que como es de los líderes del sindicato de estudiantes se creen que tiene que estar en un grupo de resistencia armada, ¡pero es inocente, lo sé! No pudieron mostrar pruebas concluyentes…

Se hizo el silencio, sabían que las acusaciones por parte del ejército invasor muchas veces eran falsas y hechas de una forma arbitraria; muchas veces iban a por aquellos jóvenes que parecían despuntar y tener un cierto liderazgo para minar su moral y la del grupo que le seguía.

-¿Qué vas a hacer? ¿Tienes previsto ir a visitarlo a la cárcel?- preguntó la mujer del pañuelo azul que tenía al lado

-Solo tengo ganas de tirarme en la cama y llorar…

-¡Eso nunca! Has de ir a verle y poner tu mejor sonrisa

-¿Cómo voy a ir y sonreír? Seguramente le hayan pegado, tenga las marcas de las botas militares en los brazos, algún ojo hinchado, el labio partido, ojeras de no dormir, quien sabe si le han arrancado alguna uña…me dirá todo lo que le han hecho y me acabarán deteniendo por querer matar a todos los que le han hecho eso a mi hijo…

-Eso es lo que quieren, que nos vengamos abajo

-Pues dales mi enhorabuena, lo están consiguiendo

-¡No digas eso! Encima que te quitan a tu hijo, que ya se llevaron a tu marido, a los nuestros; además que nos derrumban las casas cuando a ellos les parece, encima que nos bombardean cuando les falta espacio para sus grandes edificios o cuando sus amigos extranjeros quieren probar su nuevo material bélico y nos utilizan de blanco humano, encima que nos meten el miedo en el cuerpo, un miedo que ahoga, encima de todo eso, vas a darles la satisfacción de verte llorar, de verte sufrir delante de tu hijo, de ver cómo tu dolor se traspasa a tu niño; además de todo lo que nos hacen a diario, ¿les vas a dar el placer de ver cómo su política de terror consigue que arrestando a uno sufran cinco? Tu hijo lo que necesita es que vayas y sonrías, le pases el mejor arroz que hayas hecho, le digas que estáis todos bien y que en nada lo tendrás en casa.

-¿Y qué ganamos con eso? ¿Qué gana mi hijo? ¿Qué gano yo? ¿Es esa la victoria de nuestro pueblo?

-¿Quién habló de victorias? Resistir lo es todo