miércoles, 20 de marzo de 2013

La historia del médico y la tigresa de Bengala

Ardía la noche en el parque
donde el médico fijó su mirada
y sacó de la mano a bailar
a la temida tigresa de Bengala,
la de la piel llamativa y tentadora,
la de la mirada dura e infinita,
labios rígidos, oasis de locuras
y en sí misma, su herida.
Ensimismado se encuentra el médico
con el dolor pasado en el brazo,
recuerdo de aventuras anteriores
de zarpazos de tigres siberianos.

"Un, dos, tres", canta él;
comienza a ceder la tigresa,
que sella en besos sus no pensar
llevando el miedo de bandera;
suena suave el violín de la noche,
la Luna actúa de estrella solista
ulula pausado el viento en verso,
los dos bajo la misma chispa,
bajo la mirada eterna sin palabras,
bajo el minuto incesante de otro beso,
las manos frías entrecruzadas
y el posterior reconocimiento de los cuerpos.

De nuevo, el médico acerca la mano
le demuestra que se quiere curar,
que nada ha de ser como antes
que lo suyo se puede conjugar;
y ella le mira como a un loco de novela,
dudando de si tiene razón o falló,
piensa en si atreverse o huir,
piensa en si besarle o no,
cuando el reloj les golpea a ambos
y el sombrero negro de su noche
da paso a los momentos finales
de los amantes y sus roces,

y el  tigre de Bengala
con sus garras y su primer zarpazo
vuelve a la jaula del temor
y espera con incertidumbre otro paso,
mientras el obnubilado médico
paralizado ve marchar su tintineo,
busca las palabras necesarias
para volver a sentir su pestañeo;
al final, beso y esperar otra huida,
con la duda del dónde quedará,
si habrá historia o cobardía,
o si al final, el médico la curará.










viernes, 15 de marzo de 2013

Orquídeas en la noche

Hoy, se agolpan los silencios en las líneas
de los versos que no te escribí
cuando nos comíamos la noche a besos
y probaba el sudor de tu carmín,

hoy gritan las palabras sin autor ni dueño
al periplo de sonrisas y deseos
cuando en los más profundo de tu almohada
construíamos a caricias tu mausoleo;

hoy, la canción del himno a tu cuerpo
se queja de no haber sido cantada,
de no tener pentagrama ni letra
y ser solo imaginaciones de cama.

Hoy, veintidós soles y siete lluvias después
de cuando fuimos más que tempestad,
yo me empeño en fruncir el ceño y escribir,
tú en leer y olvidar recordar. 

jueves, 7 de marzo de 2013

Oda a la multitud que grita

Aprendimos a hacer temblar la calle,
atrás quisimos dejar los días raros,
cuando la televisión nos mandaba,
cuando el miedo quemaba las manos,
agarrotaba los labios y la garganta
y nos ponía ronca la voz;
pero aprendimos a dar portazo al destino,
a entonar todos la misma canción;
queremos ser mayo del '68,
ser rosas, ramos y espinas,
la piedra en el zapato del que manda;
la oda de una multitud que grita.

Da igual plaza, calle o avenida,
volvemos a hacer vibrar el asfalto,
a resonar en bancos, salas y reuniones,
a que canten adoquines a nuestro paso,
porque aprendimos a ser 'equis' en ecuaciones,
a no dejar dormir a los que impiden soñar,
a huir de clase y defender el pupitre,
a reivindicar que queremos volar;
mientras el cielo se privatiza
y el café nos sabe a recortes,
a esfuerzos, agencias de calificación y discursos,
perdemos derechos, trajeados ganan sobres;

pero hemos abierto los ojos,
al fin y al cabo, despertamos
se nos pasó el efecto analgésico
del mordaz somnífero de los mercados;
somos juventud, pequeños revolucionarios,
con libros e ideas,  sin fusiles ni balas,
pancartas, 'lo público', quimeras,
frases, gritos y ejemplos de Guevara,
somos juventud, ¿que coño miedo?
incendiemos la Luna si no sale el Sol,
no pongamos precio a nuestra vida,
sonreíd, hoy revolución,
la de la oda a la multitud que grita.