lunes, 28 de julio de 2014

Historia boda

Hace unos días tuve la boda de mi hermanastro, dije que el destino me debía una por el tema de Palestina, y curiosamente, me la ha devuelto en forma de curvas y mirada felina. La primera vez que mis ojos se posaron en ella no había comenzado la ceremonia, no la conocía, nadie puede haber visto semejante belleza y no acordarse. La miré, o mejor dicho, sus movimientos hipnotizaron mis ojos, llevaba un vestido negro con toques blancos y un peinado atrevido con un moño alto pero que resaltaba la redondez de su cara y su color claro, casi apagado hasta que llegabas a sus pupilas oscuras, como las de un gato que no quiere ser descubierto, a juego con el pelo que con semejante gracia y atrevimiento llevaba peinado. Nuestros ojos se cruzaron medio segundo, dudo que se fijara en mí, pero yo sentía que aquel momento pasaba a cámara lenta mientras de fondo sonaba el "Aleluya" de Cohen interpretado por un joven con una mezcla entre Jhon Lennon y un anuncio de los 80. 

Cuando acabó la ceremonia mi padrastro le dijo a la novia que nos presentase a la otra familia, que nos mezclásemos, así es como descubrí que se llamaba Nuria y que se sentaría en la misma mesa que yo; puntazo del destino. Al principio, durante el coctel y los entrantes intenté acercarme e intercambiar con ella alguna impresión, un "que buena tarde se ha quedado", hacer las preguntas de cortesía, algo, pero no encontraba el momento ni las formas, así que de estar cerca merodeando decidí cambiar mi estrategia y alejarme por el momento. 

Llegó la cena y todos cogimos sitio en la mesa. Los novios entraron al sonido de "I was born to love you", le miré y no pude evitar sentirme tonto y sonreír al ver su mirada perdida en la entrada triunfal de los novios mientras aplaudía y tarareaba la canción con sus labios finos.  Ella se encontraba a dos puestos de mí, entre nosotros dos hermanos de Madrid sobrinos de mi padrastro con los que tenia algo de relación. Curiosamente fue gracias al hermano mayor por el que conseguí llamar su atención. Él me preguntó por mi viaje a Palestina y contándolo ella (igual que media mesa) se giró y escuchó parte de mi relato. Sonreía, y en ese gesto escondía una mezcla entre timidez y picardía. Con la comida sobre la mesa cesó el tema del conflicto palestino-israeli y pude tener mis primeras palabras directamente con ella y con su primo Hugo.

 No me había dado cuenta hasta entonces pero en el momento en que le escuché hablar tres palabras seguidas descubrí que era de Murcia. Y por primera vez vi el acento murciano con cierta dulzura. En ese momento maldije a los dioses y al destino por ponerme ante mí a una chica a la que difícilmente pudiera tratar de conquistar porque no habría una segunda cita, pero fallé. Estudiaba ingeniería de diseño o algo así en Valencia, lo que suavizaba seguramente su forma de hablar, tenia gracia en su dicción, le daba hasta un punto de atracción y sobre todo, me daba aun una posibilidad, si ella vivía en Valencia ¿Podría haber segunda parte?

 En el brindis, Enrique, el novio, terminó su discurso con una frase de Joaquín Sabina: "que todas las noches sean noches de boda, que todas las lunas sean lunas de miel"; la ultima frase la dijimos los dos a la vez; nos miramos y la conversación viró hacia Sabina y sus canciones, me dijo que estuvo en un concierto en Cartagena que le costó un ojo de la cara, yo le conté que pese a que me encantaba le tenía hecho el "boicot" por los conciertos que dio en Israel. Le llamó la atencion ese dato que ella y los dos madrileños desconocian y consegui que sus ojos se abrieran como platos mientras yo hablaba. 

Con la tarta terminada aumentó la informalidad y nos pudimos sentar al lado el uno del otro, sin intermediarios, creo que vieron que me gustaba y el resto de invitados me tendieron una mano. Mi madre me miraba desde lejos, yo la esquivaba. Su madre se presentó un par de veces y me habló como si de alguien conocido me tratase. Sonreía, sonreíamos, me perdía entre su sonrisa, su acento, sus ojos de gata y sus dos tirabuzones negros que le caian al lateral de la frente.  Bromeé sobre Murcia, sobre la falta de agua y sobre su acento, ella contraatacó con la manía valenciana de decir 'nano' o 'tete'.

 Había conexión o por lo menos eso creía yo, sabia que alli era imposible tener algo mas que una conversación, muchos conocidos mirando, muchos familiares, y ella mostraba ser bastante vergonzosa.    Nos dimos los teléfonos y una promesa falsa de vernos próximamente, mas que nada porque en cuanto deje de escribir esto ella ya no existirá, porque mas allá de esto que lees, lo que he contado nunca ocurrió y aunque la visión de esa chica murciana de peinado atrevido y mirada azabache pudiera existir,  no hubo palabra entre nosotros, ni miradas, ni mesa compartida ni nada, de hecho, ni siquiera su acento dulce es real, tan solo mi sonrisa al escribir esta historia y espero que también la tuya al leerla. 

miércoles, 9 de julio de 2014

Las bolas de las ilusiones

Llenas la jarra de las ilusiones, planeas algo, lo cuidas, lo mimas, pules hasta el último detalle y de pronto, se rompe la jarra, se hace añicos. Como si de un vaso de cerámica cayendo se tratase, ayer se me precipitó la noticia de que al final no volaba a Israel-Palestina, y en ese momento, contra el suelo chocó todo tipo de ilusiones, esperanzas y planes que tenía sobre el viaje y al final, sobre este verano.

Para la mayoría es un alivio que no me vaya, para todos excepto para mí, claro; me siento como un cobarde escondiéndose debajo de la manta en cuanto suenan dos ruidos extraños. Para esta misma mayoría, mi viaje era en ocasiones, un sinsentido, un capricho de joven progre que se quiere sentir periodista, una locura de joven que está aún por madurar. Esta misma mayoría hoy me da discursos de que habrá más oportunidades, más viajes, otros destinos y que iré porque me quedan muchos años por delante para ir. Claro que me quedarán oportunidades, pero otras, más adelante, no ahora, el ahora no me lo devuelve nadie, las lágrimas sobre la almohada, las desilusiones contra el teclado del ordenador, los preparativos, las promesas que se vuelven quimeras, todo ahora se desvaneces y se va a tomar por culo.

No comprendéis mi decepción aunque digáis que sí, mi año ha ido enfocado al puñetero viaje, a Palestina, no solo de ahorro de dinero, sino también de ilusión. Cada pequeña derrota o momento agrio lo pasaba diciendo: "me iré a Palestina en julio", como si de una vía de escape se tratase, como si al volver todo fuera a ser diferente o como si allí fuera invencible o por lo menos, mis "problemas" se volverían tan insignificantes que no les vería importancia. La decepción embriaga de una manera que no se tiene ni hambre ni sueño, la decepción cala en los huesos y te provoca una especie de atrofia muscular que de vez en cuando desemboca en impulsos contra los cojines o contra los papeles de un viaje que ya no vas a hacer.

El futuro tiene cosas maravillosas, una de ellas es que no lo tocas y te puedes ilusionar, ilusionar y seguir alimentando a esa ilusión sin que afecte al presente, el problema es que el futuro muchas veces llega y si has dado de comer a una gran bola de ilusión y no te subes en ella te revienta en la cara y te manchas entero de mierda. Esa mierda, se llama decepción, frustración o incluso se puede volver apatía.

Viajar a Palestina había sido mi año, era mi oportunidad, mi primer paso para ser como quiero ser, una autoafirmación, un paso de valentía, de coraje, de demostrar que se puede luchar por lo que uno quiere, por las quimeras, por las cosas que otros ven como locura, pero que se ha quedado en nada, por lo menos en el ahora. En estos momentos es cuando me gustaría que mis ilusiones se centrasen en cosas más tangibles, en cosas menos quiméricas o menos estúpidas a ojos del resto; me gustaría que mis ilusiones se basasen en tener una moto grande, o una novia genial y envolver mi vida alrededor de la suya, o en ser el mejor en un deporte, o en la victoria de mi equipo, o en tener una casa y mucho dinero...cosas tangibles, reales, no estupideces.

PD: No quiero discursos ni palmaditas en la espalda, no quiero que nadie me diga que he hecho lo correcto, que era lo mejor y "que tal como están allí es mejor estar aquí". No quiero que nadie me diga "ya irás" porque no tengo ánimo de alimentar otra bola para que me explote, no quiero que nadie me diga que exagero, que es una parida ni que las cosas pasan por algo. Quizás exagere, pero decirme todo eso es una forma de demostrar que no se ha preocupado por mí en todo el año.