miércoles, 9 de julio de 2014

Las bolas de las ilusiones

Llenas la jarra de las ilusiones, planeas algo, lo cuidas, lo mimas, pules hasta el último detalle y de pronto, se rompe la jarra, se hace añicos. Como si de un vaso de cerámica cayendo se tratase, ayer se me precipitó la noticia de que al final no volaba a Israel-Palestina, y en ese momento, contra el suelo chocó todo tipo de ilusiones, esperanzas y planes que tenía sobre el viaje y al final, sobre este verano.

Para la mayoría es un alivio que no me vaya, para todos excepto para mí, claro; me siento como un cobarde escondiéndose debajo de la manta en cuanto suenan dos ruidos extraños. Para esta misma mayoría, mi viaje era en ocasiones, un sinsentido, un capricho de joven progre que se quiere sentir periodista, una locura de joven que está aún por madurar. Esta misma mayoría hoy me da discursos de que habrá más oportunidades, más viajes, otros destinos y que iré porque me quedan muchos años por delante para ir. Claro que me quedarán oportunidades, pero otras, más adelante, no ahora, el ahora no me lo devuelve nadie, las lágrimas sobre la almohada, las desilusiones contra el teclado del ordenador, los preparativos, las promesas que se vuelven quimeras, todo ahora se desvaneces y se va a tomar por culo.

No comprendéis mi decepción aunque digáis que sí, mi año ha ido enfocado al puñetero viaje, a Palestina, no solo de ahorro de dinero, sino también de ilusión. Cada pequeña derrota o momento agrio lo pasaba diciendo: "me iré a Palestina en julio", como si de una vía de escape se tratase, como si al volver todo fuera a ser diferente o como si allí fuera invencible o por lo menos, mis "problemas" se volverían tan insignificantes que no les vería importancia. La decepción embriaga de una manera que no se tiene ni hambre ni sueño, la decepción cala en los huesos y te provoca una especie de atrofia muscular que de vez en cuando desemboca en impulsos contra los cojines o contra los papeles de un viaje que ya no vas a hacer.

El futuro tiene cosas maravillosas, una de ellas es que no lo tocas y te puedes ilusionar, ilusionar y seguir alimentando a esa ilusión sin que afecte al presente, el problema es que el futuro muchas veces llega y si has dado de comer a una gran bola de ilusión y no te subes en ella te revienta en la cara y te manchas entero de mierda. Esa mierda, se llama decepción, frustración o incluso se puede volver apatía.

Viajar a Palestina había sido mi año, era mi oportunidad, mi primer paso para ser como quiero ser, una autoafirmación, un paso de valentía, de coraje, de demostrar que se puede luchar por lo que uno quiere, por las quimeras, por las cosas que otros ven como locura, pero que se ha quedado en nada, por lo menos en el ahora. En estos momentos es cuando me gustaría que mis ilusiones se centrasen en cosas más tangibles, en cosas menos quiméricas o menos estúpidas a ojos del resto; me gustaría que mis ilusiones se basasen en tener una moto grande, o una novia genial y envolver mi vida alrededor de la suya, o en ser el mejor en un deporte, o en la victoria de mi equipo, o en tener una casa y mucho dinero...cosas tangibles, reales, no estupideces.

PD: No quiero discursos ni palmaditas en la espalda, no quiero que nadie me diga que he hecho lo correcto, que era lo mejor y "que tal como están allí es mejor estar aquí". No quiero que nadie me diga "ya irás" porque no tengo ánimo de alimentar otra bola para que me explote, no quiero que nadie me diga que exagero, que es una parida ni que las cosas pasan por algo. Quizás exagere, pero decirme todo eso es una forma de demostrar que no se ha preocupado por mí en todo el año.

1 comentario:

  1. Lo siento en el alma Aitor. Se qué no hay palabras que puedan en este momento mitigar esta desilusión que te ha tocado sufrir. Un abrazo enorme sobrino

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