domingo, 12 de octubre de 2014

Carta abierta a Ismael Serrano: "Ensayando tu llamada"

"Querido Ismael Serrano,

primero me presento, soy ese chaval que durante la presentación y firma de discos de la Fnac en Valencia te (¿puedo tutearte no?) abordó con una bandera palestina y te habló de una tal Vaivencida. En verdad no sé si escribo esto más para ti, para mí o para todos aquellos jóvenes y no tan jóvenes que llevamos tiempo esperando una llamada, una señal del cosmos para salir y llenar las calles y las plazas de abril y alegría. 

Escuchando tu último disco me doy cuenta que tenías razón al decir que querías quitar ese 'sambenito' de que los cantautores cantáis canciones tristes, llenas de recuerdos, arrepentimientos, desamor y añoranza hacia aquello que pudo ser y no fue. La llamada es otra cosa; La llamada es un canto a la alegría, ya nos lo habías advertido, sí, pero joder, ¡cuánta razón y nosotros sin creerte! "La vida fue un ensayo hasta ahora" o "que no se olviden de tu alegría" inundan de sonrisas a cualquiera que se ponga a cantar, a tararear, a silbar o incluso a intentar bailar la canción que le da título al disco. Si vas por la calle escuchando "Rebelión en Hamelin" estás esperando a que una banda de instrumentistas abarroten una plaza y empiecen a reclamar un mundo mejor a partir de la palabra de todos, a partir de la música que cada quien pueda aportar a esa magnífica rebelión consensuada que los ratones le hacen al flautista, al que siempre habíamos tenido como salvador hasta que tú llegas y de repente, ¡toma hostia! ¡El malo era el flautista! Cuán engañados hemos vivido, Ismael. 

Y vuelvo a echar un ojo a los títulos de las canciones a ver si te has dejado algo de ese halo que impregna a todo cantautor ensimismado en su males y leo "El día de la ira", puede ser que prometa. Pues va a ser que no. No hay odio, solo señalar a un rey desnudo, algo que al anterior que teníamos puede ser que no le importase lo más mínimo. Lo de ponerse desnudo ante alguien, digo. Nos dices que "somos la alegría que regresa", pues vaya ira, macho. "Te vi"es un canto a la felicidad tras ver por primera vez a tu hija; "apenas sé nada de la vida" es más o menos lo mismo pero con el golpe que supone no saber qué decirle a tu hija ante la inmensidad de lo que ella supone para ti, o algo así explicaste en la presentación del disco. "Candombe para olvidar" prometía hasta que te das cuenta que lo que haces es animar a olvidar, a sonreír tras el adiós y a quitarse esa pose de mártir que "quien siempre gana nada sabe de la vida", mira que decirle eso a alguien a quien le acaban de dejar...

Podría seguir así un rato pero dejaré cierto misticismo a los que no se han escuchado tu disco a que escuchen las canciones a la alegría mencionadas y las que me dejo como "Éramos tan jóvenes", cántico a la juventud o "Pequeña bachata mediterránea" con la que entra un cierto picor en la pierna para empezar a bailar y a enamorarse de la primera chica que se cruce y te mire a los ojos a la puerta de un teatro. Solo quería acabar dándote las gracias por llamarnos, por convocarnos a la felicidad, a bailar, a la alegría, a enamorarnos y a revolucionarnos, este país lleva mucho tiempo ensayando una llamada que nos dé el valor de creernos posibles de todo. Es importante que el mundo de la cultura enarbole la bandera del cambio, que anime a la ciudadanía a ser eso, ciudadanos y no súbditos, a sentir que ha llegado el día de la ira, a olvidar los malos momentos bailando pero olvidarlos cambiándolos por otros sonidos como hicieron los ratones, a saber aguantar las embestidas de los lobos que intentan desmoronar nuestras casas de ladrillo, a ser un gran absoluto, a darnos el abrazo tras cada borrachera, a darnos cuenta de todo lo que nos falta por aprender y a ser la llama en un cambio que está por llegar.

Ismael, gracias porque después del viernes, creo que llegará el día en que las generaciones futuras nos mirarán con una sonrisa en los ojos y nos pedirán que por favor les volvamos a contar esa cuento tan bonito de calles reclamando protagonismo y alegría." 

miércoles, 1 de octubre de 2014

Recuerdos y puros

Y andas otra tarde por las calles que te han visto crecer, andas con la cabeza en otro lugar, en no sabes dónde, en un no sabes quién. Sabes que nadie te habrá llamado, que no habrá mensajes en el móvil que necesiten tu atención urgente, que el televisor no te dará las buenas noches al llegar, ni la cama saludará desde su esquina tu presencia ni siquiera se pondrá la canción que quieres recordar en el ordenador al cruzar el umbral de la puerta. Recordar, qué curioso verbo. Se recuerda mucho más cuando se está solo que cuando alguien te espera, quizás porque tienes más tiempo que pensar o nadie de este ahora en quien acordarte, por ello viajas a otros momentos, por ello tienes un billete constante al país de los recuerdos. 

Los recuerdos tienen un cierto regusto amargo mientras los tomas, son como los puros. La llama que enciende un puro puede ser la que provoca un muy buen recuerdo...o uno no tan bueno. Quizás la excusa de viajar a un recuerdo sea la misma que la de encenderse un puro, estar ausente, sentirse en paz con uno mismo, o simplemente tomar algo que produzca una especie de placer inmediato pero que al final lo que esté haciendo sea meterte mierda dentro. Te sientas ante una libreta y fumas un buen recuerdo mientras escribes sobre un puro, o al revés, qué más da. Los puros como los recuerdos, si son fuertes y los exhalas de más, te hacen toser, darte algún golpe en el pecho e incluso, lagrimar.

Definitivamente, los recuerdos son como los puros. Ambos se toman con tiempo, despacio, necesitas del "inspirar y expirar" unas cuantas veces para disfrutarlos o al menos llevarlos a cabo. Si el puro es bueno pica en la garganta y en la lengua, igual que esos recuerdos intensos, esos peleones, los que merecen la pena ser escritos; los que cuentan grandes historias, lo que cuentan lo que pudo ser y no fue, esos son los "Habanos" de los recuerdos. Y tú, entimismado en tus recuerdos y en tus puros, miras lo que queda tras consumir ambos, humo, puro humo. No lo tocas, solo lo hueles, solo se queda en el ambiente. Deja su olor, su tacto, hasta su visión aparece a lo lejos, de hecho, tienes miedo de mirar tras ese humo por si sus ojos verdes aparecen y te apuñalan, o eso crees. En el fondo, se tiene miedo de que esos ojos no aparezcan, de que no vuelvan a aparecer ni a pegarse a los tuyos. 

Y Silvio Rodríguez se empeña en decirnos que "ojalá pase algo que te borre de pronto", algo que haga que como el humo de tu habitación, se acabe yendo por la ventana y que no aparezca en mitad del salón con unas viejas palabras que no llegaron, un chasquido que haga que no se vuelva a presentar en mitad de una canción con unos besos que recuerden hacer temblar las paredes de tu cuerpo o que haga como un puro y se consuma y no vuelva a aparecerse en las ganas de escribir  la misma vieja historia de siempre de lo que pudo ser y nunca fue.