miércoles, 1 de octubre de 2014

Recuerdos y puros

Y andas otra tarde por las calles que te han visto crecer, andas con la cabeza en otro lugar, en no sabes dónde, en un no sabes quién. Sabes que nadie te habrá llamado, que no habrá mensajes en el móvil que necesiten tu atención urgente, que el televisor no te dará las buenas noches al llegar, ni la cama saludará desde su esquina tu presencia ni siquiera se pondrá la canción que quieres recordar en el ordenador al cruzar el umbral de la puerta. Recordar, qué curioso verbo. Se recuerda mucho más cuando se está solo que cuando alguien te espera, quizás porque tienes más tiempo que pensar o nadie de este ahora en quien acordarte, por ello viajas a otros momentos, por ello tienes un billete constante al país de los recuerdos. 

Los recuerdos tienen un cierto regusto amargo mientras los tomas, son como los puros. La llama que enciende un puro puede ser la que provoca un muy buen recuerdo...o uno no tan bueno. Quizás la excusa de viajar a un recuerdo sea la misma que la de encenderse un puro, estar ausente, sentirse en paz con uno mismo, o simplemente tomar algo que produzca una especie de placer inmediato pero que al final lo que esté haciendo sea meterte mierda dentro. Te sientas ante una libreta y fumas un buen recuerdo mientras escribes sobre un puro, o al revés, qué más da. Los puros como los recuerdos, si son fuertes y los exhalas de más, te hacen toser, darte algún golpe en el pecho e incluso, lagrimar.

Definitivamente, los recuerdos son como los puros. Ambos se toman con tiempo, despacio, necesitas del "inspirar y expirar" unas cuantas veces para disfrutarlos o al menos llevarlos a cabo. Si el puro es bueno pica en la garganta y en la lengua, igual que esos recuerdos intensos, esos peleones, los que merecen la pena ser escritos; los que cuentan grandes historias, lo que cuentan lo que pudo ser y no fue, esos son los "Habanos" de los recuerdos. Y tú, entimismado en tus recuerdos y en tus puros, miras lo que queda tras consumir ambos, humo, puro humo. No lo tocas, solo lo hueles, solo se queda en el ambiente. Deja su olor, su tacto, hasta su visión aparece a lo lejos, de hecho, tienes miedo de mirar tras ese humo por si sus ojos verdes aparecen y te apuñalan, o eso crees. En el fondo, se tiene miedo de que esos ojos no aparezcan, de que no vuelvan a aparecer ni a pegarse a los tuyos. 

Y Silvio Rodríguez se empeña en decirnos que "ojalá pase algo que te borre de pronto", algo que haga que como el humo de tu habitación, se acabe yendo por la ventana y que no aparezca en mitad del salón con unas viejas palabras que no llegaron, un chasquido que haga que no se vuelva a presentar en mitad de una canción con unos besos que recuerden hacer temblar las paredes de tu cuerpo o que haga como un puro y se consuma y no vuelva a aparecerse en las ganas de escribir  la misma vieja historia de siempre de lo que pudo ser y nunca fue.  

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