viernes, 14 de septiembre de 2012

El vecino del quinto

No es ni Batman ni uno de los 40 ladrones
pero ha hecho en suya la cueva del quinto,
vive entre botellines y recuerdos,
periódicos viejos con noticias a un pasado
con policías en gris, carreras de libertad,
fotos de muertos, un viejo televisor,
una nevera vacía y él, presidente en su sillón.
Anda despacio y no contamina,
pequeños placeres de un mundo atrás
aunque nadie le quita el humo a su pipa,
siempre sonríe debajo de su camisa
'Buenos días, vaya tiempo no sé si es invierno o primavera'
mientras peina a un lado su grisácea cabellera,
baja del ascensor con otra sonrisa,
que deja al colgar sus llaves en la entrada,
ni gritos ni respuestas ni mando compartido,
ni lado de la cama ni recoger a los nietos a las seis
no hay quien haga compañía al vecino del quinto
ni a su solitario paripé.
Conocido por todos los de arriba,
el comprador diario del quiosco,
galán de peluquería de barrio y barbería,
explorador universal de obras y atascos,
ni gorro ni guantes ni antifaz
y sin ser llanero es solitario,
manos arrugadas en los bolsillos,
pantalones de pana viejo sin planchar
conversaciones de patio o ascensor
de fútbol y otros deportes experto sabedor
a faltas de noticias de un futuro mejor
o un pasado del que fue protagonista
y que hasta él mismo olvidó,

y baja del ascensor con otra sonrisa,
que deja al colgar sus llaves en la entrada,
ni gritos ni respuestas ni mando compartido,
ni lado de la cama ni recoger a los nietos a las seis
no hay quien haga compañía al vecino del quinto
ni a su solitario paripé.